Ulver - Actividad con drones (CD)

Todo sucedió en un mar de niebla. No estoy seguro de que todos estuvieran preparados para obedecer la orden y abandonar la orilla para ser arrastrados por el estruendo del sonido. Sin embargo, el mensaje de esa fresca noche de octubre era claro: actividad de drones.

Al entrar en el antiguo almacén de pescado, ahora reconvertido en sala de actividades, en el nuevo paseo marítimo de Oslo, los guardias de seguridad apenas se molestaron en revisar nuestras entradas. Hasta los más grandes habrían podido esconderse en este enorme espacio oscuro, iluminado por algunos logotipos y puestos de bebidas azucaradas, a punto de desaparecer en una nube de humo.

La desaparición se presenta de diversas formas en la era de la extinción. Siguiendo al artista danés de noise Damien Dubrovnik, Ulver comenzó su trabajo de forma sutil, examinando cuidadosamente el territorio, vasto y desolado. Chirridos resonaban con rugidos lejanos provenientes del borde que se acercaba mientras los copos de nieve perforaban el aire a una velocidad feroz. ¿Adónde ir desde allí?

Un retiro al paraíso sumergido. Templos semienterrados y brumosos, criaturas gigantes y figuras vagamente prehistóricas emergieron a medida que la profundidad y el tiempo se entrelazaban, desde la antigua Atlántida hasta los mares más septentrionales.

Nos quedamos allí 90 minutos, de los cuales 70 han sido meticulosamente mezclados y masterizados para este lanzamiento. Todos son sonidos nuevos. Más oscuros y sombríos, pero con la esencia de sus anteriores sesiones semi-improvisadas, documentadas y catalogadas en el álbum "Zodiac", ATGCLVLSSCAP (2016).

Si aquel álbum de Zodiac era un Ulver de forma libre que interpretaba los signos de las estrellas, Drone Activity mira fijamente al abismo, documentando esos momentos después de que los últimos rayos de sol salpican la superficie y las descuidadas corrientes subterráneas empiezan a determinar el curso.

“Algo turbio y liminal emergió, en el sonido y el espacio”, afirma la banda en sus notas. No se me ocurre una descripción más acertada de qué y adónde nos llevó Ulver esa noche. No hay costa a trescientos metros de profundidad.

TORE ENGELSEN ESPEDAL,
en el ferry de Nápoles a Palermo, marzo de 2019